Blanquiña

Algo tienen los gatos que ha fascinado a la humanidad desde antiguo, sin importar cuál haya sido la civilización o la época. Tal vez sea cosa de sus hábitos nocturnos, su capacidad depredadora, la forma de sus ojos, su estremecedora agilidad y la mezcla de todo eso con lo mimosos que son.

A veces han sido considerados como divinidades, como los gatos del Antiguo Egipto, y otras veces como maldiciones, como en la Europa Medieval.

Es curioso este último caso puesto que la persecución a la que se sometió a los gatos, asociados a las brujas, hizo que sus víctimas naturales, las ratas, campasen a sus anchas causando hambrunas al devorar las cosechas y cosas peores.

Porque lo cierto es que las ratas eran uno de los vectores de transmisión de la peste bubónica, una epidemia que causó una sangría demográfica pocas veces vista en la historia.

Afortunadamente, hoy en día tenemos mucha mayor consideración con estos simpáticos animalitos, aunque su proliferación, unido a sus hábitos depredadores han causado un pequeño drama ecológico en ciertas partes de Estados Unidos ya que han reducido notablemente en número de pequeños pájaros.

Esta es mi gata Blanquiña, y la foto fue tomada con una Sony Alpha-200