La fotografía nupcial siempre me dio algo de repelús por lo trillado del tema, motivado en parte porque muchos fotógrafos realmente
odian hacerla: implica pasar un domingo currando en lugar de estar con la familia, y luego pasarse horas y horas con Photoshop, imprenta, etc. etc.
Un soberano coñazo, vaya.
Así que cuando Vane trajo su vestido no las tenía todas conmigo y temía caer un poco en el cliché de la típica foto de boda, así que intenté buscar alguna toma un pelín original que se saliera de los estándares para este tipo de trabajo.
Intentaba buscar una foto sensible, romántica, dulce... y al mismo tiempo un pelín melancólica para que quien vea la foto se interese más por la modelo y centre su atención en ella.
No sé vosotros, pero yo estoy contento con el resultado. Eso sí, no hubo ni banquete ni tarta nupcial después, si no muchas prisas que hacía frío y las chicas lo estaban pasando mal.
La foto fue tomada con una Sony Alpha 200.
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