Hay cosas que sólo pasan en España y en Portugal. El descubrimiento de las aguas de Vidago es una buena muestra: las descubrió por casualidad un labrador con mucha sed y ganas de cogerse un tifus... y que además estaba mal del estómago. El caso es que el agua parece que le fue bien para ello y se lo comentó a su señora, que a su vez se lo comentó a un médico de Chaves.
A partir de ahí, la locura: garrafas de agua en dirección a Porto y Lisboa para analizar y ver qué tenían, un médico de Vila do Conde que las probó y descubrió que le iban estupendas para su gota y mandando construir una fuente a sus expensas para aprovecharlas.
Y más adelante, el turismo: construcción de hoteles y balnearios a los que los huéspedes llegaban tras un penoso viaje por carreteras en pésimo estado, visitas regias y la construcción del Gran Hotel, que en su momento fue el más lujoso de toda la península ibérica.
Hoy en día el hotel es visitable, aunque no se pueden hacer fotos en su recinto, aunque el edificio es ciertamente bonito.
El edificio que vemos es un viejo competidor que no pudo resistir la decadencia en la fama de las aguas de Vidago y que finalmente ha caído en el abandono. No es el único. En el centro del pueblo hay otro que incluso fue adquirido por el Gran Hotel para alojar a sus trabajadores y que ahora mismo está en desuso.
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