Lugo es una de esas ciudades a las que cuesta cogerle el punto. O por lo menos, es lo que mucha gente dice, porque a mi me gustó desde que la pisé por primera vez: las murallas, los bosques que la rodean, la absoluta tranquilidad, la abundancia de pulperías (esto es un factor muy importante, amigos)...
Cuando tuve la ocasión de vivir allí, apenas unos meses, me encantaba pasear por el Rato o dar la vuelta a la Muralla, que con sus dos milenios de historia consiguió sobrevivir a los desaprensivos que se cargaron las fortificaciones de otras muchas ciudades (A Coruña, sin ir más lejos) y por ello aún podemos disfrutar de ellas, aun con algunas modificaciones posteriores como las puertas construidas en el siglo XVIII o pequeños atentados como los edificios adosados a ella.
Y al fondo, la Catedral, una de las más desconocidas de Galicia, eclipsada por otras de mayor fama como Tui, Mondoñedo o, por supuesto, Compostela.
La foto fue tomada con una Nikon Coolpix 2000.
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La foto fue tomada con una Nikon Coolpix 2000.
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