Una de las cosas más interesantes para ver dentro de Funchal son los descensos en carros de cesto. Por 25 euros te montan en una especie de trineo con esquíes de madera y asiento de mimbre y dos uniformados carreiros se ocuparán de empujarte y de deslizarte contigo por las empinadísimas cuestas durante dos kilómetros. Notad lo pulido que está el asfalto a base de pasar carros.
¿Los frenos? Pues sus botas de suela de goma. Todos van perfectamente uniformados: mismo sombrero, botas, pantalones, camisa y chaqueta (en este caso uno lleva chaqueta y el otro no, esa es la diferencia).
Y si veis la foto en grande os fijaréis en una señal de dirección prohibida: al llegar ahí toman una curva. Hay varias durante el recorrido y lo hacen con rapidez y eficiencia. Es una pasada ver cómo controlan un trineo sin frenos.
Si os preguntáis como suben los carros otra vez: lo hacen en camión. Nadie estaría tan loco como para subirlos a pie.
Porque lo de Funchal y las cuestas es para tenerlo en cuenta. Aquí es mejor subir con el teleférico (10€ en 2013) o en taxi, o en coche alquilado (acostumbraos a subir en primera o segunda, porque en tercera es una quimera), o en bus... porque si se te ocurre subirlas a pie puedes ir preparándote.
Son cuestas muy jodidas de subir. Tan jodidas que no sabes por qué las aceras son aceras y no escaleras. De esas que son tan empinadas que no sabes si subir a pie o gateando. O darte media vuelta y que le den a todo.
Y si haces eso descubres que bajarlas tampoco es ninguna broma. Yo tuve agujetas por días por bajar desde aquí hasta el puerto (unos 4 kms) y sin embargo, de los 30 kms del día anterior no tuve ninguna.
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